Jugando con
la esperanza
Javier Albert Gutiérrez. Revista Chasca, Nº 29, Alicante. Junio 1997 El
casca-nueces-vacías Colón de cien
vanidades Vive de
supercherías Que vende como
verdades. Antonio
Machado Hubo una época en que líderes cultos e incluso antiguos seminaristas que habían perdido su fe prometían paraísos en la tierra. Olvidaron la naturaleza pasional y pecaminosa del hombre, continuamente tentado por el demonio, por el mal -verdad revelada por Dios y contrastada por más de dos milenios de civilización-. La equivocación se remonta al siglo XVIII y proviene de la máxima rousseauoniana de que “el hombre es bueno por naturaleza”. El buen salvaje fue pervertido por la sociedad, por lo tanto no hay que educar al hombre en la virtud, lo que hay que hacer es cambiar la sociedad, culpable de todos los males. Los
marxistas y anarquistas en el siglo XIX incorporaron como un dogma de su fe estas afirmaciones gratuitas
proclamadas por Rousseau y asumida
por los jacobinos de El acoso y derribo de la cultura acumulada por la humanidad durante siglos de dolorosa experiencia continúa en la actual centuria: Los
libros de Sigmund Freud, educado en
el seno de una familia estricta y una sociedad puritana, culpaban a la
represión de toda clase de locura. Louis
Althusser, adalid del marxismo
científico, encandiló a los “progresistas” entre 1965-76, pero fue acusado de
hereje por el comunismo ortodoxo y, víctima de la depresión, acabó
estrangulando a su mujer. Erich Fromm,
descendiente de una familia de rabinos, propugnaba el amor libre como única
vía para alcanzar el paraíso revolucionario y machacar de paso la sociedad de
consumo. Herbert Marcuse, en
California, convencía a los estudiantes de que ellos eran los elegidos para
acabar con la democracia liberal, causante de todos los males sociales. Por estos pagos en las
radios sonaban una y otra vez las canciones de Jorge Kafrune que, cual nuevo Sansón, quería matar a los
reaccionarios a golpes de guitarra. Los había como Gabriel Celaya, que se inclinaban más por el arma letal de los
versos. La desilusión llegó cuando se conocieron los millones de asesinados
por represión ideológica en Alan Watts y Van der Leeuw pusieron la guinda en el paladar de una juventud que empezaba a pasar de todo; para ellos el misterio de la vida no era un problema a resolver sino una realidad a experimentar. Surgieron intelectuales orientalistas por doquier y el movimiento hippy se impuso primero como forma de vida, después como moda y más tarde como necesidad o “modus vivendi”. Cuando la crisis de los años setenta puso en evidencia la fragilidad de estos castillos de naipes, la frustración dejó un mal sabor de boca en muchos jóvenes desilusionados. Crepusculaba una época, la era Contemporánea, que albergaba grandes esperanzas de alcanzar, con la ciencia, la conciencia y la lucha, un mundo feliz. En todos los países pisoteados por el imperio totalitario del partido comunista difícilmente podrá crecer la yerba del tejido asociativo y humano de las sociedades civiles. Ojalá me equivoque pero me parece que sufrirán muchos traumas -y nosotros con ellos- antes de alcanzar el equilibrio necesario para desarrollarse en libertad. Ahora ocurre el fenómeno inverso, muchos desenganchados de la política desean volar más alto y entran en sectas religiosas. Lo malo es que los nuevos profetas en sus remedios recurren con frecuencia a las sangrías, como los médicos antiguos. La variedad es infinita: Ahí tenemos a
los moonies, que quieren traer el
Reino de Dios a la Tierra. A los del médico homeópata Louc Jauret, Una
cosa es que les mueva el afán de lucro y otra cuando les da por matarse, como
ocurrió en Y
cuando todavía no nos hemos recuperado de la última barbaridad, cuando la
ciencia está más a la mano de los comunes mortales, mira por donde, surgen
los hermanos de Todavía es peor cuando se mezcla política y religión. El 27 de abril de 1997 eran los independentistas tejanos, que se habían hecho fuertes en las abruptas montañas David y desafiaban con chulería al ejercito de EE.UU. Richard McLaren, que por cierto es de Misuri, cuenta con una milicia armada de 50.000 hombres y, como nuevo converso, es más fanático que los tejanos nativos. “Los tejanos, temerosos de Dios, dice, creemos que Texas es el paraíso del Nuevo Mundo y que el Todopoderoso la quiere libre de la esclavitud de nuestro Egipto: el gobierno federal de Washington”. “Dios creó esta tierra para que la pueblen y exploten los hombres blancos, anglosajones y protestantes”. (El País, 11/05/97). En EE.UU. hay unas 500 organizaciones armadas que consideran que el gobierno de Washington está controlado por comunistas, negros, judíos y homosexuales. En cualquier momento y en cualquier lugar puede estallar una nueva masacre. En
Europa, con un matiz más alegre, ocurren sucesos parecidos. En mayo los
guerrilleros venecianos desembarcaron con una tanqueta de cartón en la plaza
de San Marcos y, encaramándose en el campanario de la catedral, proclamaron Lo único que nos faltaba es que se
contagiaran –porque estas enfermedades del espíritu son propensas a ello-
algunos españolitos iluminados, ¡Guárdenos Dios!, y empezaran a surgir
torquemadas de tres al cuarto “purgando populus” en sus pequeños reinos de
poder. Recordemos que el demonio siempre tienta cuando las circunstancias le
son propicias. |